LAS ESTACIONES CUARESMALES: RITO Y SIGNIFICADO

Las estaciones cuaresmales: rito y significado

P. Carlos Santana

La liturgia de la Iglesia ha siempre privilegiado el recurso de los signos como un instrumento pedagógico para hacer más asequible la comprensión de los misterios que en ésta se celebran. Y es que los signos tienen fuerza por sí mismos, y expresan en modo claro y conciso aquello que, muchas veces, las palabras no logran alcanzar. Muchos de estos signos están ligados a los tiempos litúrgicos y, en muchos casos, obedecen a una sensibilidad popular que les ha ido introduciendo en el ámbito celebrativo. Estos signos resultan populares y expresivos e introducen fácilmente en la profundización de los textos más densos y ricos, pero también más difíciles en vistas a lograr una intensa vivencia del año litúrgico.

Uno de estos signos es el de la celebración de las “estaciones cuaresmales”, las cuales constituyeron una de las prácticas que más diferenciaban la Cuaresma de los otros tiempos litúrgicos. Esta práctica, que se remonta a los siglos V y VI, tuvo su origen en la antigua costumbre de los papas de celebrar la Eucaristía asistidos por todos los presbíteros de Roma en una de las 43 basílicas estacionales de la ciudad de Roma; aunque el término “estación” se aplicaba ya desde el siglo II a la reunión de la comunidad los días de ayuno y oración (miércoles y viernes). En principio se trataba de reunirse en un lugar conveniente para la liturgia cuaresmal presidida por el obispo de Roma, que honraría sucesivamente con su presencia las comunidades más significativas en la que se ejercía su jurisdicción litúrgica. Con el paso del tiempo, a esta práctica se fue añadiendo la costumbre de que los fieles se reunieran en un lugar fuera de la iglesia para dirigirse luego en procesión hacia ella, llevando, donde la hubiere, la reliquia de la “vera Cruz”. Esta procesión era acompañada por el canto de las letanías de los santos. Al pasar de los años esta práctica fue cayendo en desuso, aunque la iglesia de Roma siempre la conservó. Solamente quedó como reminiscencia de esta práctica el hecho de que en los antiguos misales se especificara la iglesia en la cual debía hacerse la estación ese determinado día de Cuaresma. Uno de los ejemplos más comunes es el caso del Miércoles de Ceniza, cuya estación era celebrada en la basílica romana de Santa Sabina. El misal decía: “Miércoles de Ceniza: Feria de primera clase. Estación en Santa Sabina”.

Uno de los objetivos de la práctica de estas estaciones cuaresmales es el de resaltar la dimensión peregrinante del camino cuaresmal como itinerario hacia la Pascua, en comunión con la Iglesia Triunfante, y contemplar con Ella el misterio de la Redención, acompañados precisamente por aquellos que nos han precedido en el peregrinar por el desierto de nuestra existencia terrenal y que ahora se encuentran gozando de la visión beatífica en el cielo.

El autor es presbítero,
Vicario de la Catedral, Vicecanciller del Arzobispado y Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sr. Arzobispo,

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