LOS CRISTIANOS Y LA POLÍTICA
Lic. Edwin Polanco
(arzobisprensa@hotmail.com)
La política es esencialmente buena y justa. Es un convenio humano, pero en ocasiones muchos confunden su significado llegando así a particularizar los bienes nacionales. Esta es una realidad de la que no podemos escapar los cristianos, por tanto, estamos llamados enfrentarla. No podemos huir de la política por ignorancia, pereza y apatía, lo que seguiría favoreciendo el triunfo de los inmorales, sino que debemos entrar al mundo de la política y desde aquí predicar el Evangelio.
Por lo que la política es una responsabilidad social de cada cristiano, y como argumenta el Padre Jordi Rivero “los católicos debemos participar en la política como ciudadanos responsables, por el bien de todos. La solución a la corrupción no es abandonar la política sino participar en ella con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad”.
El Papa Juan Pablo II en un discurso a los Peregrinos Parlamentarios Políticos
del Jubileo de los Políticos (Ciudad del Vaticano, 4 de noviembre de 2000) decía: “el cristiano que actúa en política -y quiere hacerlo «como cristiano»- ha de trabajar desinteresadamente, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo o partido, sino el bien de todos y de cada uno y, por lo tanto, y en primer lugar, el de los más desfavorecidos de la sociedad”.
Lo que hace necesario que nos formemos en la fe y en la Doctrina Social de la Iglesia para elegir sin dejarnos seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales. Asimismo es preciso recordar que ningún “gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios”. Ya que no podemos sustituir al Creador por lo creado. Además no existe partido alguno que represente a la Iglesia, lo que permite a los católicos militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales y al bien común.
En definitiva debemos llevar nuestros principios cristianos a la política y dar testimonio de fe. No podemos verla como un fenómeno negativo, sino como un camino de servicio que debemos transitar todos, guiados por la ética de los valores.