LA CONFIRMACIÓN
¿QUÉ
SON LOS SACRAMENTOS?
Para que percibiéramos el Don gratuito e invisible de la Gracia, Nuestro Señor Jesucristo instituyó siete acciones sagradas en las cuales, por medio de algo perceptible por los sentidos, el Espíritu Santo actúa en nosotros. Son "obras maestras" y "fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo", que es la Iglesia, para santificar a los hombres.
Podemos
definir los Sacramentos de la siguiente manera: "Son signos sensibles
instituidos por Jesucristo, para infundir y acrecentar la Vida Divina (Gracia
Santificante) en nuestras almas para hacernos santos".
La
Iglesia afirma que para los creyentes, los Sacramentos son necesarios para la
salvación. El cristiano que no frecuenta los Sacramentos, no ha entendido
realmente su vocación cristiana y pone en peligro su salvación eterna.
LOS
SACRAMENTOS DE INICIACIÓN
Haciendo
una analogía con la vida natural, que tiene un origen, crecimiento y sustento,
la Iglesia llama Sacramentos de Iniciación al Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía. Nacemos a la Vida Divina por el primero, la fortalecemos con la
Confirmación y alimentamos la Vida Divina con la Eucaristía, alimento de vida
eterna.
LA
CONFIRMACIÓN
El
Concilio Vaticano II en su documento "Lumen Gentium" (La Luz de las
Naciones) dice bellamente: "Por
el Sacramento de la Confirmación (los fieles) se vinculan con más perfección a
la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De
esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe, con sus
palabras y sus obras como verdaderos testigos de Cristo". (LG 11)
Este
Sacramento ha sido llamado de diferentes maneras: San Agustín lo llamaba
"imposición de las manos", San Cirilo de Jerusalén "el Crisma
místico", etc. El nombre que lleva actualmente fue empleado por primera
vez en el siglo V por San León Magno.
EL ESPÍRITU SANTO
El protagonista del Sacramento de la Confirmación es la tercera
Persona de la Santísima Trinidad.
Ya
desde el Antiguo Testamento los Profetas anunciaron que el Espíritu del Señor
reposaría sobre el Mesías esperado: "Sobre él reposará el Espíritu de
Yahvé" (Is. 11,2) "El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí"
(Is.61,1), lo cual se hizo patente en el Bautismo de Cristo en el Jordán: "Una vez bautizado, Jesús
salió del río. De repente se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios
que bajaba como paloma y venía sobre él" (Mt.3, 16).
Pero
la plenitud del Espíritu Santo no estaba destinada únicamente al Mesías, sino a
todo el Pueblo Mesiánico: "Infundiré
mi Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y respetan mis
órdenes" (Ez.36,27).
Cristo
en repetidas ocasiones prometió esta efusión a sus seguidores: "El
Espíritu Santo les enseñará en ese mismo momento lo que hay que decir"
(Lc.12,12) y lo cumplió el mismo día de la Pascua: "Dicho esto, sopló
sobre ellos diciendo:Reciban al Espíritu Santo (Jn.20,22) y de una manera más
notable en Pentecostés: "y quedaron llenos del Espíritu Santo"
(Hech.2,4). Aquellos que se
hicieron bautizar ese mismo día, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo:
"Dios les dará el Espíritu Santo". (Hech.2,38)
A
partir de entonces, los Apóstoles en cumplimiento de la voluntad de Cristo,
comunicaban a los recién bautizados, por la imposición de las manos, el don del
Espíritu Santo. La tradición cristiana ha considerado desde el principio dicha
imposición de las manos como el signo primitivo del Sacramento de la
Confirmación. Sin embargo, muy pronto para mejor significar la unción
espiritual se añadió la unción con el óleo perfumado (Crisma). Precisamente el
nombre de "cristiano" significa seguidor de Cristo, el
"Ungido".
EL ACEITE COMO SIGNO
Muy
atinadamente en algunos Sacramentos se usan óleos consagrados para la unción
con distintos significados: antes
del Bautismo significa purificación y fortaleza (usamos aceites y crema para
limpiar la piel, para practicar deportes); el
Oleo de los enfermos significa y realiza curación y consuelo (muchas medicinas tienen como base
aceites); por su parte las
unciones con el Santo Crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la
Ordenación Sacerdotal son signos de consagración, como el sello de propiedad
que se imprime en un documento.
Así
el confirmado recibe la "marca" o el sello del Espíritu Santo: "Es Dios el que nos
conforta juntamente con nosotros en Cristo y el que nos ungió y el que nos
marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones"
(2 Cor. 1,22).
¿PORQUÉ
ADEMÁS DEL BAUTISMO ES NECESARIA LA CONFIRMACIÓN?
El
Bautismo, que hace nacer nuestra alma a la Vida Divina y que nos hace miembros
de la Iglesia de Cristo, es tan solo el principio, como el niño que es dado a
la luz posee la vida humana y es miembro de su familia, pero debe llegar a su
plenitud en la madurez. En el terreno espiritual, la Gracia Santificante se
desarrollará con la recepción de los demás Sacramentos y la Confirmación
produce en nosotros el crecimiento necesario para llegar a la madurez
cristiana: el Espíritu
Santo nos comunica sus siete Dones y nos hace adultos en la fe, capaces de dar
testimonio de ella y de luchar como soldados por el Reino de Dios en la tierra. Ciertamente ya desde el Bautismo Dios
habita en nosotros con sus Tres Divinas Personas, pero en la Confirmación se
nos da el Espíritu Santo con más abundancia: es
como un Pentecostés para los discípulos de Cristo.
LA CONFIRMACIÓN FUE INSTITUÍDA POR NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
San
Juan Evangelista nos dice "muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si
se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que
se habrían de escribir"(Jn.21,25). No debe entonces extrañarnos el
no saber exactamente cuándo y cómo Jesucristo instituyó el Sacramento de la
Confirmación, pero consta en muchos pasajes del Nuevo Testamento que los
Apóstoles, imponiendo las manos a los Bautizados, los confirmaban en la Fe:
"Pedro y Juan imponían las manos a los samaritanos" que habían sido
ya bautizados por el Diácono Felipe y éstos recibían al Espíritu Santo (Hech.8,12-17). De igual modo San Pablo habiendo
llegado a Efeso, bautizó en el nombre de Cristo a discípulos de San Juan
Bautista y a continuación les impuso las manos para hacer descender sobre ellos
el Espíritu Santo "Y como Pablo les impusiera las manos, vino sobre ellos
el Espíritu Santo, hablaron lenguas y profetizaron" (Hech. 19,6).
Un
rito tan importante, de tanta trascendencia en la vida de los cristianos, no
pudo ser inventado o improvisado por los Apóstoles: con toda certeza podemos
inferir que no hicieron sino practicar lo que Jesús hacía y les ordenó seguir
haciendo.
LA CONFIRMACIÓN ES UN SIGNO SENSIBLE
Claramente
vemos en los pasajes citados cómo la imposición de las manos es aquel signo
sensible necesario en todo Sacramento y que ahora, unido a la unción con el
Santo Crisma, confiere al bautizado la plenitud del Espíritu Santo.
LOS EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN
NOS HACE "SOLDADOS" DE CRISTO
La
vida del hombre sobre la tierra es un continuo combate contra los enemigos de
su alma, que como nos enseña la Iglesia, son el mundo, el demonio y nuestras
propias concupiscencias. Este combate da comienzo apenas el niño va teniendo
uso de razón y no termina sino con la muerte. Job dice en la Biblia, que
"la vida es una milicia".
Para
sostener la lucha en contra de enemigos tan poderosos como tenaces, necesitamos
auxilios especiales que precisamente nos proporciona la Gracia de este
Sacramento. Pública y solemnemente, ante el Obispo, somos alistados en el
ejército del Señor para luchar por el bien de nuestras almas, por la extensión
del Reino de Dios, por el bien de las almas, por la gloria de Dios.
La
Confirmación imprime en el alma ese carácter indeleble (por eso este Sacramento
no se repite) de testigo de Cristo y da la fuerza necesaria para confesar la Fe
sin temor ante los respetos humanos y defenderla, si es necesario, con la
ofrenda de la vida.
NOS HACE CRISTIANOS PERFECTOS
Este
Sacramento nos confirma en la Fe y perfecciona todas las virtudes y dones
recibidos en el Bautismo. Precisamente por esto recibe el nombre de
Confirmación.
Un
autor del siglo V llamado el Pseudo-Dionisio Aeropagita, escribiendo sobre el
Sacramento de la Confirmación, precisa la diferencia entre los bautizados y los
confirmados en estos términos: "A
todos llamamos hijos de Dios, incorporados todos a Jesucristo, herederos todos
del Paraíso; pero imperfectos los primeros y perfectos los segundos, la
Confirmación no solamente nos hace divinos, sino grandísimamente divinos".
LA CONFIRMACIÓN NOS DA EL ESPIRITU SANTO
Es
la Confirmación el Sacramento que da cumplimiento a aquellas palabras de
Cristo: "Os conviene que
yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes. Pero si me
voy, yo lo enviaré" (Jn.16,7).
En
efecto, así como en Pentecostés descendió el Espíritu Santo sobre el Colegio
Apostólico reunido en oración con la Santísima Virgen María, en lo sucesivo,
los cristianos recibieron al Espíritu Santo por medio de los Apóstoles y luego
de los Obispos con la imposición de las manos y la santa unción.
Y
de la misma manera que el Espíritu Santo se manifestó de manera prodigiosa en
Pentecostés, no faltaron casos en la Iglesia Apostólica en que el administrar a
los fieles la Confirmación, sucedieran milagros parecidos como el profetizar o
el hablar en lenguas. Esto llevó al mago Simón a ofrecer dinero a los Apóstoles
para que le dieran el poder de confirmar (Hech.8,14).
Leemos también cómo al confirmar San Pablo a los bautizados, venía sobre ellos
el Espíritu Santo obrando prodigios (Hech.19)
Actualmente
no suceden tales prodigios pues Dios no multiplica los milagros sin necesidad.
La Iglesia está bien establecida y ya no es necesario. Pero aunque sin señales
externas, los
confirmados reciben ciertamente al Espíritu Santo con sus siete Dones.
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Los
Dones del Espíritu Santo son 7 auxilios Espirituales que capacitan el alma para
ejercitar las virtudes necesarias a la perfección cristiana. Estos 7 Dones son los siguientes:Sabiduría,
Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios.
El
Don de Sabiduría es el más perfecto de todos los Dones.
El nos hace preferir los bienes celestiales a los terrenales y que encontremos
así nuestras delicias en las cosas de Dios, de la Religión.
El
Don de Entendimiento, nos
hace comprender mejor las verdades de la Religión. Nos descubre el significado
oculto de las Sagradas Escrituras. Comprender el significado de los Sacramentos
y de las ceremonias de la Iglesia. Penetrar en los planes ocultos de la
Providencia, en el gobierno del mundo y de los hombres, etc., etc. Quien tiene
este Don, no piensa como los mundanos que el mundo está mal arreglado, sino
que, por el contrario, admira en él, la Sabiduría, inteligencia y Providencias
divinas.
El
Don de Consejo nos da a conocer con toda prontitud y
seguridad, lo que conviene para nuestra salvación y la del prójimo, de un modo
especial en los casos más difíciles y decisivos.
Este
es el Don que Nuestro Señor prometió a sus Apóstoles con estas palabras: "Cuando jueces y
gobernantes malvados, y enemigos de Dios los citarán para exigirles cuenta de
su conducta y de sus obras de celo, no piensen cómo o qué tienen que responder,
porque en aquella hora el Espíritu Santo les sugerirá lo que debes decir"
(Mt.10,20).
Fue
este Don el que hizo a San Pedro contestar al Sanedrín cuando éste le ordenaba
no predicar a Jesucristo: "Debemos
obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech.5,29)
El
Don de la Fortaleza nos da la energía que necesitamos para
resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra santificación para resistir
las tentaciones y no caer en pecado, para despreciar el respeto humano, para
perseverar durante toda la vida en el cumplimiento del deber, en la vida
cristiana.
Es
este Don el que nos da la fuerza para emprender sin temor ni vacilación, obras
que miran a la mayor gloria de Dios. El acto por excelencia del Don de la
Fortaleza, es el martirio, pero hay que recordar que es comparable a él una
vida empleada en el servicio de Dios y en procurar la salvación de las almas.
El
Don de la Ciencia,
no por supuesto de la ciencia profana, sino de la Ciencia de Dios, nos da a
conocer el camino que debemos seguir para llegar al Cielo.
Este
Don nos hace ver todas las cosas en Dios, como creaturas suyas, como
manifestaciones de su Poder, Sabiduría y Bondad infinitas. Por medio de este
Don todas ellas vienen a ser para nosotros, como un reflejo de Dios.
San
Francisco de Asís, poseía este Don en alto grado, considerando todas las cosas
creadas como hijas de Dios, veía en todas ellas otros tantos hermanos, el
hermano sol, la hermana agua, la hermana oveja, etc., hasta la hermana muerte.
El
Don de Piedad, despierta
en el confirmado un afecto filial hacia Dios a quien podemos dirigirnos con
toda confianza y una tierna devoción y prontitud para cumplir con nuestros
deberes religiosos.
Este
Don hace que encontremos placer en las oraciones, y en las prácticas religiosas
–que nos sacrifiquemos por Dios y por su Gloria, y –que recibamos todo como
venido de la Mano de Dios, y nos abandonemos a sus manos como el niño se
abandona a las de su madre.
Y
nos inspira además, un grande amor a las personas y a las cosas que participan
de Dios y de sus perfecciones divinas, a saber, la Virgen Santísima, los
Angeles, los Santos, la Sagrada Biblia, la Iglesia y su Jefe visible, el Sumo
Pontífice y los Superiores en quienes se ve a los representantes de Dios.
El
Don de Temor de Dios,
inclina nuestra voluntad a un respeto filial hacia Él; nos aleja del pecado
porque le desagrada y nos hace esperar en su poderoso auxilio.
Pero
entiéndase bien que este Don del Espíritu Santo, nada tiene de común con el
temor al castigo de Dios por nuestros pecados, el temor a las penas de esta
vida, a las del Purgatorio y del Infierno. No es el temor del subordinado que
sirve al jefe porque no lo castigue, sino el temor del buen hijo que teme
disgustar al mejor de los padres.
Este
Don del Espíritu Santo nos inspira un vivo sentimiento de la grandeza y bondad
de Dios y por lo tanto, sumo horror a las menores faltas; una viva contrición
de éstas porque ofenden a un Dios tan bueno, un deseo vivísimo de repararlas
con muchos actos de amor y sacrificio y en fin, suma diligencia de huir de las
ocasiones de pecado.
NECESIDAD E IMPORTANCIA DE LA CONFIRMACIÓN
Por
lo que hemos dicho al exponer los maravillosos efectos de la Confirmación,
cualquiera verá la conveniencia, necesidad e importancia de recibirla; pero el
punto de vista bajo el cual vamos a considerar ahora este Sacramento, es este
otro: ¿Es necesaria la
Confirmación para la Salvación?
Ciertamente
que la Confirmación no es indispensable para la salvación como el Bautismo, y
el Sacramento de la Penitencia si se ha caído en pecado mortal, que no es tan
necesaria como la Sagrada Eucaristía, el rey de los Sacramentos, que por un
prodigio de la Bondad divina podemos recibir todos los días y que puede uno
salvarse sin haber sido confirmado; pero si consideramos la gran abundancia de
bienes espirituales que gratuitamente nos comunica este Sacramento, todos
debemos apresurarnos a recibirlo y hacerlo recibir a quienes no lo hayan hecho,
especialmente a nuestros subordinados.
Es
tan importante la salvación, que para alcanzarla no debemos descuidar ningún
medio eficaz, y siendo uno de los principales la Confirmación, no puede menos
que ser una falta de gratitud a Nuestro Señor Jesucristo nuestra indiferencia
para aprovecharla. Pero si es el desprecio la causa de esta indiferencia,
ciertamente que ello constituiría una falta muy grave.
Es
la Gracia Bautismal el mayor tesoro de nuestra alma. ¿Por qué si para proteger
un tesoro material ponemos tanto cuidado y no encontramos Banco bastante seguro
para él, ni caja fuerte bastante resistente, no sabemos estimar ni aprovechar
el Sacramento de la Confirmación que viene a cuidar, a proteger y a acrecentar
el mayor tesoro de nuestra alma?
EL
MINISTRO DE LA CONFIRMACIÓN
Normalmente
el ministro es el Obispo, aunque en algunos casos, se puede conceder a los
sacerdotes la facultad para confirmar. El que el Obispo sea el que confirme
pone de relieve que es sucesor de los Apóstoles y cabeza de la diócesis. Así la
Confirmación tiene como efecto unir más estrechamente al bautizado con la
Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión como testigo de Cristo de la
comunidad.
En
peligro de muerte, cualquier presbítero puede dar la confirmación ya que la
Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, aún en la más tierna edad, salga de
este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo.
EL SUJETO DE LA CONFIRMACIÓN
Según
el Derecho Canónico (889), todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe
recibir la Confirmación. Sin este Sacramento y la Eucaristía, la iniciación
cristiana quedaría incompleta.
La
Confirmación es el Sacramento "de la madurez cristiana" y por eso es
conveniente y necesario que el bautizado haya llegado al uso de la razón y es
recomendable, según el Concilio Vaticano II, esperar y proporcionar al
confirmando una sólida y profunda formación cristiana y una preparación
presacramental que podría consistir en un retiro espiritual previo a la
confirmación.
Todo
esto nos habla de la conveniencia de que los confirmados hayan pasado los 15 o
16 años con el fin de que comprendan realmente lo que está por suceder y el
compromiso que están adquiriendo.
Es
un error, por tanto, hacer confirmar a niños de pecho o en la primera infancia
para salir del paso lo más pronto posible.
Es
indispensable que el sujeto se presente en Gracia de Dios para no hacer de la
Confirmación una farsa. Si es necesario deberá recurrir al Sacramento de la
Reconciliación para recibir al Espíritu Santo con el alma purificada.
LAS
OBLIGACIONES DEL CONFIRMADO
En
continuidad con el Bautismo, el confirmado renueva las promesas que en aquella
ocasión sus padres y padrinos hicieron por él si fue bautizado pequeño. Ahora,
con pleno uso de razón, deberá renunciar radicalmente al pecado, a Satanás,
padre del pecado y a todas sus insidias. Y esto no debe ser un mero formulismo.
Tan cierto es que Satanás existe, como de que somos débiles y pecadores y la
vida cristiana nos obliga a luchar valientemente por la Gracia de Dios.
Igualmente
el cristiano confirmado está comprometido no tan solo a guardar la Fe sino a
conquistar a los demás para Cristo. Esto podría llevarlo hasta dar la vida por
el Señor como valientemente lo hicieran miles de católicos en la guerra
Cristera en nuestra Patria ante la persecución del gobierno callista.
En
el mundo actual, olvidado de Dios, corrompido integralmente en la mentira,
cohecho, el hurto, el hedonismo desenfrenado, violencia y sexo, no será fácil
mantenerse en la lucha por el bien. Será vivir cuesta arriba o contra corriente
todo el tiempo. Será necesario evitar con cuidado toda clase de pecado,
instruirse permanentemente en Religión, militar en algún movimiento católico,
ser activo en la parroquia y sobre todo frecuentar los Sacramentos de la
Reconciliación y de la Eucaristía.
NO
DEBEMOS NEGAR NUESTRA FE NI AVERGONZARNOS DE ELLA
Han
pasado a Dios gracias los tiempos de la persecución religiosa mencionada arriba
y ser católicos no está penado con la muerte. Pero nos hemos convertido en
"católicos vergonzantes" ante el mundo paganizado. Nos da pena
enfrentar criterios inmorales o herejes; nos da miedo recibir el mote de
moralista, mocho, persignado, etc. y nos quedamos callados sumisamente. No
somos capaces de sostener, por ejemplo,que el uso de anticonceptivos es inmoral
y dañino, que el aborto es un crimen horrendo, que la homosexualidad es una
aberración. Y dejamos que los enemigos de Dios y del hombre digan y hagan lo
que les venga en gana.
El
soldado de Cristo debe estar preparado para dar la batalla al mal, venga de
donde venga. ¿Qué diríamos de un soldado bien armado que ni siquiera se
molestara en desempacar sus armas y aprender a usarlas? ¿Cómo espera que ganará
la batalla cuando le falta la voluntad y el valor para entrar en ella? Así son
los cristianos que no saben aprovechar los medios que la Iglesia pone en sus
manos y que se amilanan ante los demás.
La Fe en Cristo debe ser nuestro timbre de gloria como para un
soldado es su bandera. Negarla o avergonzarnos de ella es indigno de un hijo de
Dios.
LOS
PADRINOS DE LA CONFIRMACIÓN
Ordena
la Santa Iglesia que todo confirmando cuente con la ayuda espiritual de un
padrino o una madrina, preferentemente los mismos del Bautismo, haciendo
recalcar la unión entre ambos Sacramentos.
Para
que una persona pueda desempeñar válidamente el oficio de padrino o madrina, es
decir, para que no sea nulo su padrinazgo, se requieren las siguientes
condiciones:
1.Estar
confirmado.
2.Tener
uso de razón y la intención de cumplir adecuadamente esta función.
3.No
ser hereje o estar excomulgado.
4.No
ser ni el padre ni la madre ni el cónyuge del confirmado.
5.En
el momento de la Confirmación, tocar en el hombro al confirmando simbolizando
su compromiso como padrino o madrina.
La
misión de los padrinos es cuidar de palabra y con el ejemplo el crecimiento en
la Fe de su ahijado. Por eso los padres deben elegir como compadres a personas
intachables como católicos: casados sacramentalmente, instruidos en Religión y
de buenas costumbres.
Deben
los padrinos comprender que al aceptar serlo, son ahora compadres es decir,
padres con los verdaderos padres del ahijado y que este se convierte para ellos
en un como-hijo, con todo lo que esto comporta. Es un compromiso mucho muy
serio del cual han de dar cuenta a Dios como de sus propios hijos. Error
tremendo es el aceptar compadrazgos a la ligera y acumular ahijados a los cuales
nunca podrán seguir de cerca en su camino hacia Dios.
Ante
Dios los únicos padrinazgos que crean parentesco espiritual son los del
Bautismo y Confirmación. Los demás (padrinos de Primera Comunión, Matrimonio,
etc.) son en realidad costumbres de tipo social a las que los mexicanos somos
muy dados.
LA
CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
Muy
importante y antes del rito propiamente dicho, es la consagración que el Obispo
hace del Santo Crisma, en la Misa Crismal del Jueves Santo. En ella se invoca
al Espíritu Santo para que actúe poderosamente por el crisma en aquellos que lo
van a recibir.
La
renovación de las promesas del Bautismo y la Profesión de la fe dan comienzo al
rito de al Confirmación. Con esto se pone de manifiesto que la Confirmación es
como la prolongación del Bautismo.
El
Ritual de la Confirmación contiene cinco fórmulas distingas para la renovación
de las promesas del Bautismo adecuadas para la mentalidad de los confirmandos,
sean niños, jóvenes o adultos. Responder "Sí, renuncio" o "Sí
creo" ante Dios y la Iglesia, es cosa muy seria. No puede tomarse a la
ligera como si fuera un simple trámite burocrático.
Es
por eso que la preparación al Sacramento debe tener la profundidad necesaria
para que el candidato tome conciencia de la grandeza de su vocación cristiana y
del compromiso que está aceptando.
Imposición
de las manos: El Obispo a continuación extiende las manos sobre los
confirmandos, repitiendo el gesto de los Apóstoles y que es el signo del don
del Espíritu Santo. Al mismo tiempo pronuncia la oración propia del Sacramento
invocando a Dios Padre para que envíe su Espíritu con sus siete dones, por los
méritos de Jesucristo.
Unción
con el Santo Crisma: el Sacramento de la Confirmación es conferido por la
unción en la frente, hecha imponiendo la mano en la cabeza del candidato al
tiempo que se pronuncian las siguientes palabras: "Recibe por esta señal
el don del Espíritu Santo" a lo que el confirmado responde solemnemente:
"Amén".
OBLIGACIONES
DE LOS PADRES DEL CONFIRMADO
El
educar a los hijos como buenos cristianos no es tarea fácil y no puede dejarse
a la improvisación. Hay un dicho que dice que la educación de los hijos da
comienzo 20 años antes de que los papás se casen y los engendren, o sea, los
padres deben ya venir de una familia profundamente cristiana para ser capaces
de transmitir los valores evangélicos a sus futuros hijos. Si eso no se ha
dado, es preciso que los matrimonios estudien Religión y arreglen su estilo de
vida en el hogar de manera que los niños vayan creciendo insensiblemente en
íntima relación con Dios, la Vírgen Santísima y sus Santos Patronos, sin
olvidar a su Angel de la Guarda.
Todo
en el hogar debe transparentar la Fe de los padres: bendición de los alimentos, oración
por la mañana y por la noche, imágenes de Cristo y de María y sobre todo dos
cosas: la Santa Misa dominical en familia y el estudio permanente de la
Religión Católica.
Cuando
esto ha faltado, el Sacramento de la Confirmación puede degenerar en una fiesta
de tipo social, sin repercusiones en la vida del confirmado. Las obligaciones
tanto del Bautismo como de la Confirmación no podrán ser cumplidas si el
confirmado encuentra el vacío en un hogar de tipo pagano.
Cuando
el hijo ha superado los 15 o 16 años, requiere de una profunda preparación
espiritual y no tan solo de una plática impartida en la Parroquia y aceptada de
mala gana. Padres, padrinos y los confirmandos deben involucrarse en lo que se
va a realizar ya que es de suma trascendencia en la vida del hijo o ahijado.
En
vez de preocuparse en exceso por los aspectos sociales (vestido, recuerdos,
adornos, música, flores, etc.) el muchacho que va a ser confirmado debería
vivir un retiro espiritual (por ejemplo, Jornadas de vida Cristiana) que lo
hagan descubrir y reflexionar la grandeza de su Vocación Cristiana y lo motiven
a vivir en adelante gozosamente en Gracia de Dios, comunicando a otros su Fe y
su alegría.
CUANDO LA CONFIRMACIÓN FRACASA
No
faltan personas que viendo la conducta de los cristianos confirmados afirman
que la Confirmación ni es necesaria ni produce los efectos deseados. ¿Dónde
están los cristianos aguerridos, defensores de la Religión en las escuelas,
talleres, espectáculos, medios de comunicación, finanzas, política, etc.? ¿Por
qué el mal avanza, la violencia, la drogadicción, el sida? ¿Dónde están los
soldados de Cristo?
Entendámonos:
el que los Sacramentos produzcan su benéfico efecto por su propia virtud, lo
que la Iglesia llama en latín "ex opere operato", no quiere decir que
sean una especie de sortilegio, magia o brujería que no necesiten de la
cooperación del sujeto que los recibe. San Pablo nos dice: "Por la Gracia de Dios
soy lo que soy; más su Gracia no fue estéril en mí, antes bien he sabido
hacerla fructificar con mi correspondencia". Y el gran San Agustín nos lo dice de otra
manera: "Dios, que te
creó sin ti, no te salvará sin ti".
Podemos
decir que el "fracaso" de la Confirmación se debe principalmente a la
NULA cooperación de la familia y del confirmado: ambiente pagano y materialista
en la familia, deficiente preparación del Sacramento, ignorancia religiosa,
poca asistencia a la Santa Misa, etc. ¡Así
nulificamos la acción del Espíritu Santo!
No
es posible que un rosal florezca en el jardín, por buena que sea la planta, si
no abonamos la tierra y la regamos adecuadamente. ¡No le echemos la culpa al
rosal!
CONCLUSIÓN
La
Confirmación, tal vez el menos comprendido de los siete Sacramentos, dándonos
la plenitud del Espíritú Santo, nos hace adultos en la Fe y soldados de Cristo
para salvar al mundo por medio del Evangelio.
Bien
preparado, bien vivido, rinde magníficos frutos como podemos constatar en
tantas y tantas iniciativas laicales en el mundo entero. Dejemos actuar al
Espíritu Santo en nuestras almas, dispuestos a dar la vida por Cristo si es
necesario.
"Vuestra
confirmación de hoy es vuestro Pentecostés para la vida. Comprobar la gravedad
y la grandeza de este Sacramento. ¿Cuál será nuestro estilo de vida en
adelante? ¡El de los Apóstoles a la salida del Cenáculo! El de los cristianos
de todo tiempo, enérgicamente fieles a la oración, a la intensificación y al
testimonio de la fe, a la fracción del pan eucarístico, al servicio del prójimo
y, sobre todo, de los más pobres".
LOS SACRAMENTOS SON EL ORO
De
la Religión de Cristo, su riqueza máxima, infinita, porque nos confieren la
GRACIA, que es la participación en la Vida Divina.
Es por eso que como cristianos podemos llevar a la práctica
preceptos evangélicos que el "mundo" considera imposibles de cumplir
como por ejemplo:
*
la castidad absoluta en el soltero
*
la fidelidad en el Matrimonio
*
NO a los anticonceptivos
*
No al divorcio
*
Restituir lo robado
*
NO a cualquier vicio
*
Devolver bien por mal
*
Amar a nuestros enemigos, etc., etc.
Nuestro Señor Jesucristo instituyó 7 Sacramentos para asistir las
necesidades espirituales del hombre en su vida:
1.Por
el Bautismo, nace el alma
a al Vida de la Gracia.
2.Por
la Confirmación la hace crecer y fortalecer.
3.La Eucaristía la alimenta.
4.La Reconciliación la sana en caso de enfermedad.
5.El Matrimonio santifica la vida de familia.
6.El Orden Sacerdotal, confiere al hombre los poderes
Sacerdotales de Cristo.
7.La
Unción de los Enfermos nos
conforta en la enfermedad y nos porporciona los auxilios necesarios en el paso
de esta vida a la OTRA.
Es claro que un buen católico, vive una intensa vida de
Sacramentos y que el mayor bien que podemos alcanzar sobre la tierra, es la
GRACIA DE LA COMUNIÓN DIARIA.
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